La habilidad para interpretar y gestionar con efectividad el lenguaje corporal resulta imprescindible para ser un buen líder
La capacidad para interpretar y gestionar con efectividad la conducta no verbal es una de las habilidades más comunes entre los profesionales de éxito, independientemente del sector en el que ejerzan su liderazgo. Lo he podido comprobar personalmente a lo largo de varias décadas de profesión, conviviendo a diario con políticos, comunicadores y ciudadanos de todas las ideologías, creencias y condiciones. Pero no se trata solo de mi convicción personal. La mayor parte de las investigaciones sobre inteligencia emocional y liderazgo así lo acreditan.
En mis cursos siempre explico que la comunicación no verbal funciona como las cookies en internet, lo cuentan todo sobre nosotros sin que nos demos cuenta. Tener acceso a esa información sensible, y aprender a interpretarla correctamente, supone una ventaja sustancial a la hora de comunicarnos y de interactuar en sociedad.
Más allá de las palabras, la conducta no verbal proyecta un rastro muy revelador acerca de nuestra personalidad, capacidades e intenciones. Y sobre todo, trasluce las emociones que rigen nuestras vidas desde lo más profundo del cerebro límbico. De ahí el enorme impacto que la comunicación no verbal provoca en el inconsciente individual y colectivo.
Trasladar ese impacto al plano consciente, y definirlo con precisión y objetividad -sin dejarnos influir por el dogma de nuestros propios sesgos cognitivos-, se convierte en una potente herramienta al servicio del liderazgo y la influencia. Quien mejor interprete y exprese el lenguaje corporal siempre llevará ventaja, en la política como en cualquier otro campo profesional o personal.
Lo explica muy bien el psicólogo norteamericano Travis Bradberry, doctor en psicología clínica y en organización industrial, uno de los mejores expertos del mundo en la captación de talento. Su organización ha seleccionado a más de un millón de profesionales para las mayores compañías del Fortune 500, y la conclusión a la que ha llegado es la misma, la correlación entre comunicación no verbal y liderazgo es incuestionable.
Ser un buen líder exige una especial sensibilidad a la hora de interpretar de forma adecuada la conducta no verbal en los demás. Pero no basta con eso. También es necesario tomar consciencia de tu propio lenguaje corporal y aprender a proyectarlo con efectividad.
La cara, los gestos, la postura o la voz de nuestro interlocutor nos pueden decir mucho más que sus propias palabras. Nos permiten saber quién es en realidad y cómo se encuentra, si le gustamos, si entiende nuestra posición o si está dispuesto a colaborar.
Esa información puede resultar mucho más útil que cualquier argumento racional, sobre todo cuando se produce alguna incongruencia entre el lenguaje verbal y el no verbal. Y además, nos puede ayudar a conectar emocionalmente, algo imprescindible para el desarrollo de la empatía, elemento angular del carisma y el liderazgo.
En definitiva, un buen líder debe ser capaz de calibrar con acierto la conducta no verbal de su interlocutor, ponerla en conexión con las palabras, y reinterpretarla en función del contexto en el que se produce la interacción. Y al mismo tiempo, también debe ser capaz de responder en consonancia, y devolver un feedback favorable a sus propósitos.
Y todo eso en directo, en tiempo real, sin posibilidad de poner en pausa la imagen ni rebobinar la secuencia. Ese es el primer paso para gestionar con efectividad la propia conducta no verbal, porque aprendiendo a identificarla en los demás logras reconocer y modular los efectos que produce la tuya.
No es fácil conseguirlo, lo sé, pero la buena noticia es que todos somos expertos en comunicación no verbal. Lo traemos de serie al nacer. Forma parte de nuestra herencia genética -desde mucho antes incluso de alcanzar la condición de humanos-, y sus mecanismos neuronales se han perfeccionado durante millones de años de evolución.
Solo es cuestión de saber dónde fijar nuestra atención, y entrenar unos recursos que están al alcance de todos.
Y algo muy importante, no olvidar nunca que a los líderes no los seguimos tanto por lo que dicen como por lo que son, hacen y parecen.
Ser, hacer y parecer. Esa es la fórmula.
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