Intervención en el encuentro anual de la Asociación de Analistas Expertos en Comportamiento No Verbal, ACONVE
No existen fórmulas mágicas para triunfar en la comunicación política y el liderazgo. Sin embargo, hay tres ingredientes básicos y universales que no pueden faltar en la receta: El primero, tomar consciencia del comportamiento no verbal. El segundo, cuidar la congruencia entre las palabras y la conducta. Y el tercero, mostrar autenticidad. Consciencia, congruencia y autenticidad, los tres elementos que centraron mi intervención en el último encuentro anual de la Asociación de Analistas Expertos en Comportamiento No Verbal, ACONVE, celebrado el pasado marzo. Si te la perdiste en su momento, aquí la resumo brevemente para ti.
No podemos saber a ciencia cierta si tras la pandemia surgirá un nuevo estilo de liderazgo político, pero resulta evidente que las cosas tendrán que cambiar mucho a partir de ahora para recuperar la conexión con los ciudadanos.
Los colectivos, las instituciones y los gobiernos deberán evolucionar y actualizar sus estrategias para responder a los nuevos retos y desafíos que, con toda seguridad, seguirán surgiendo como consecuencia de la globalización, el cambio climático y la revolución digital.
Sinceramente, no creo que la política vaya a reinventarse de la noche a la mañana, para de pronto hacernos más felices a todos -ojalá ocurriese así-, pero lo que sí tengo muy claro es que la política y el liderazgo tendrán que ser diferentes en un futuro no muy lejano.
La comunicación política tendrá que prescindir cuanto antes de las palabras huecas y los mensajes vacíos, para centrarse en la solidez de los hechos, en la contundencia de las conductas y la solvencia de los comportamientos.
La comunicación política tendrá que desprenderse de los excesos artificiales, del postureo y de la teatralización, tendrá que quitarse de encima todo lo que suene a exagerado y banal. No hay otra forma de recuperar la conexión perdida entre gobernantes y gobernados.
Los líderes tendrán que aprender a escuchar mejor. Tendrán que hablar mucho menos y decir mucho más. Tendrán que pasar de las palabras a la acción. Y tendrán, sobre todo, que inspirarnos con su comportamiento.
En momentos tan duros como los que nos está tocando vivir, la resiliencia, la empatía o la solidaridad, no pueden ser solo palabras hermosas en un cartel electoral o en un argumentario de partido, tienen que respaldarse con la contundencia de los hechos.
El nuevo liderazgo, tanto en la política como en cualquier otro ámbito profesional o personal, requiere prescindir de la comunicación como herramienta de manipulación, y rescatar sus valores como elemento positivo de persuasión y de influencia en la sociedad.
Estos tres elementos básicos y universales pueden ser un buen comienzo para el cambio:
- En primer lugar, tomar conciencia del comportamiento no verbal propio y ajeno, aprender a descifrarlo y a expresarlo correctamente.
- En segundo lugar, la congruencia. No olvidar nunca que entre las palabras y el comportamiento tiene que haber siempre congruencia. Ser, hacer y parecer. Armonía entre quiénes somos, lo que hacemos y lo que parecemos.
- Y en tercer lugar, autenticidad, transparencia emocional, ser genuinos. No se trata de cambiar la forma de ser, sino de encontrar nuestro propio estilo y pulirlo para transmitir lo que de verdad squeremos transmitir.
Así se construye un nuevo liderazgo. Esa es la revolución pendiente en la comunicación política que nos dejará esta terrible pandemia, una nueva forma de comunicar, de conectar con la gente y de rendir cuentas de verdad ante la sociedad. Realismo, autenticidad y transparencia emocional serán imprescindibles para recuperar la confianza de los ciudadanos en sus gobernantes.
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