Elocuente distanciamiento y notable malestar en la reunión con el ministro Bolaños en el Palau de la Generalitat por el caso del espionaje
La Generalitat puso mesa por medio el pasado fin de semana para evidenciar su distanciamiento con el Gobierno de España, una estrategia que recuerda a la empleada por Vladimir Putin para recibir a Emmanuel Macron en el Kremlim, el pasado mes de febrero.
No fueron los seis metros del grandioso tablero ruso, pero la escena llama igualmente la atención. La consellera de Presidencia, Laura Vilagrà, eligió una mesa inusualmente alargada para recibir al ministro Félix Bolaños, a quien sentó en el extremo más alejado tras pedirle que dejase fuera de la sala su teléfono móvil.
Evitar que los móviles estuviesen sobre la mesa y a la vista tampoco fue casual, sino otro símbolo gestionado con evidente intencionalidad, para dejar muy claro que además de distancia hay desconfianza. De hecho, Bolaños había viajado de urgencia el domingo a Barcelona, para intentar atajar la crisis abierta por el “presunto espionaje” de los servicios de inteligencia españoles a dirigentes independentistas.
La guerra de las mesas parece haber llegado también al caso de las escuchas telefónicas en Cataluña.
Como siempre señalo en estos casos, lo importante no es solo la instantánea, sino la acción en su conjunto y el contexto en el que se desarrolla. Y en este caso, todos los elementos apuntan en la misma dirección:
1.- No es habitual usar ese tipo de mesa ni sentarse en esas posiciones tan distanciadas. Lo habitual en estos encuentros bilaterales es que los interlocutores utilicen un mobiliario más pequeño y cómodo -tipo sofá-, que les permita quedar más cerca y situados en posición “confidente” -ángulo de 45 grados-.
2.- En el Palau de Sant Jordi, sede de la Presidencia de la Generalitat donde se celebró el encuentro, hay estancias y rincones mucho más cálidos y acogedores para recibir a un anfitrión de tan elevado rango protocolario, como es un ministro del Reino de España.
3.- La frialdad del Gobierno autonómico ya había quedado plasmada unos minutos antes de tomarse esa fotografía: el malestar ya lo habíamos visto en la indisimulada expresión facial de seriedad con que la consellera Vilagrà saludó al ministro Bolaños a su llegada. Ni el menor atisbo de sonrisa.
4.- Además, la consellera tampoco bajó a la puerta del Palau a recibir al ministro, como es lo habitual y marcan las normas de cortesía, sino que le espero en lo alto de la escalera, en otro simbólico gesto de dominio y territorialidad muy poco amigable.
5.- Y mucho menos correspondió al contacto con el que Bolaños pretendió mostrar cordialidad al saludarla, acogiendo su antebrazo cuando se daban la mano. Muy al contrario, Vilagrà dio la mano con rigidez y distancia.
Tanto la fotografía de la agencia EFE como las imágenes de TVE lo dejan bien claro.
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Sí y cada vez ¿será por tu influencia? oigo más frecuentemente hablar del lenguaje no verbal
Sin embargo, hace un par de días, una fotografía de Sanchez con Zelensky ambos sonriendo, con el drama que estamos (ellos a la cabeza) viviendo …yo pensé:»Qué les hace sonreir?»………