¿Qué hay realmente tras sus calculadas palabras y sobresaliente control emocional?
La serenidad y el control emocional caracterizaron la declaración de la infanta Cristina en el juicio por el caso Nóos. De hecho, no fueron fáciles de apreciar a simple vista algunos de los deslices registrados en su comunicación no verbal, pero seis de ellos nos revelan una información mucho más interesante que sus calculadísimas palabras.
Las respuestas de la infanta Cristina a su abogado defensor estaban perfectamente ensayadas. Así lo delató la lentitud y monotonía de su voz -casi sin alteraciones prosódicas emocionales-, y los movimientos oculares elevando la mirada al vacío para repasar los contenidos memorizados antes de expresarlos.
Todo estaba muy calculado, incluidas las amables sonrisas sociales obsequiadas a la presidenta del Tribunal, cuando se dirigió respetuosamente a ella. El resto del tiempo, seriedad en una cara donde las emociones casi no tuvieron reflejo.
El lenguaje corporal de la infanta Cristina tuvo dos comportamientos bien diferenciados desde que ocupó su asiento para declarar. Los matices entre ambos fueron muy sutiles, pero reveladores en un caso con tanto control emocional como este.
Al inicio, y durante todo el interrogatorio de la acusación popular –al que no respondió-, mantuvo una postura defensiva, apreciable en la forma de echar su cuerpo hacia atrás y cruzar los tobillos debajo de la silla. Los pies en esta posición tienen un significado muy parecido a cerrar con fuerza los puños o apretar los labios: tensión y alerta, aunque bien disimulados en el rostro.
En este primer periodo la neutralidad de las expresiones faciales solo se interrumpió con las miradas penetrantes, fijas y desafiantes, a la letrada de “Manos Limpias”, Virginia López Negrete. Paradójicamente, el nerviosismo y la inseguridad de la abogada quedaron patentes en los constantes gestos manipuladores, colocándose el pelo y rascándose los lóbulos de ambas orejas.
El cambio de patrón expresivo se produjo con las preguntas del abogado defensor de la infanta, que facilitaron su relajación postural. Entonces descruzó los tobillos, afianzó los dos pies en el suelo con seguridad y colocó las manos a la vista sobre la mesa. El cuerpo relajado y ausencia casi total de gestos manipuladores, a excepción de algunas distraídas y suaves caricias a la botella de agua y a la base del micrófono.
Parecía muy tranquila y segura de lo que estaba haciendo. No cayó en el error del primer día en la sala, cuando su rigidez expresiva pudo hacerle parecer soberbia (puedes ver el análisis aquí).
El magnífico resultado obtenido con su sobresaliente gestión emocional aporta, precisamente, mayor trascendencia a estos seis deslices conductuales que llamaron mi atención:
1. Mueca y tono irónico
La mueca y el tono irónico, al negar que su participación en la constitución de las empresas del marido tuviera por objeto ser “un escudo” frente a Hacienda. Quedó patente que ella lo entiende al revés, y considera que su presencia provocaba el efecto contrario: un mayor control por parte de la Administración.
2. Desconcierto y risas
El desconcierto en la cara cuando su abogado utiliza el tiempo presente para preguntarle en quién confía, poniendo en evidencia el error del letrado en la formulación de una pregunta que habían ensayado de otra manera: “¿En quién confiaba?” Ella misma acaba riéndose y provocando la hilaridad generalizada en la sala.
3. Gestos ilustradores
El incremento de gestos ilustradores con las manos cuando explica cómo se “iba temprano de casa” y no sabía quién entraba o salía del despacho de su marido. Es uno de los pocos momentos evocados realmente en su memoria emocional, y por este motivo los gestos resultan congruentes con las palabras. Son un indicador de credibilidad que no aparece con esa elocuencia el resto del tiempo.
4. Incongruencia
La incongruencia al negar asintiendo con la cabeza que supiese cómo contrataban al personal doméstico a su servicio. Obviamente, alguna de las dos respuestas no es cierta: la verbal o la gestual.
5. Dificultad para contener la emoción
La dificultad para contener la emoción al recordar la edad de sus hijos cuando ocurrieron los hechos (“eran bien pequeños”), y explica que estaban dedicados a ellos. La profunda espiración es perfectamente audible.
6. Silencio y pausa
Y por último, y quizás el desliz conductual de mayor calado judicial, el largo silencio, pausa y duda en el momento de responder a la pregunta de si disponía de cuentas bancarias en paraísos fiscales. No tiene por qué ser un indicador infablible de falsedad, aunque puede transmitir esa apariencia a quien lo escucha.
Ese es, precisamente, uno de los problemas de llevar tan aprendidas las respuestas y calculadas las palabras, que la memoria nos puede jugar una mala pasada y minar nuestra credibilidad.
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¿Y no detectaste las microexpresiones sutiles de soberbia? Hubo unas cuantas que no pudo reprimir. Que buen analisis César
Sí, supongo que te refieres a las muecas unilaterales. También llama la atención la forma de apretar los labios al terminar algunas respuestas, indicación de ira contenida. Es una pena que la calidad de la señal de vídeo que facilita la Audiencia Provincial de Palma no sea mejor, y que no nos permitieran ver el rostro de la infanta Cristina permanentemente mientras formulaba las preguntas la abogada de la acusación popular. Habríamos obtenido mucha más información sobre su auténtico estado emocional, ese que tan bien consiguió disimular.
Muchas gracias, maestro.
Abrazo.
A pesar de todo…dan pena
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