Más que las piernas de Pablo, lo primero que se echa en falta son las sonrisas de la infanta Cristina y sus hijos
La pasada Semana Santa nos dejó esta polémica imagen de la visita de las infantas Elena y Cristina a su padre el rey Juan Carlos, en su voluntario exilio de Abu Dabi, acompañadas por primera vez -que sepamos- por algunos de sus nietos. Veamos lo que ocurrió, desde el punto de vista de la comunicación no verbal.
La controversia surgió rápidamente en las implacables redes, por la ausencia de las piernas de Pablo Urdangarín en la fotografía, como se puede ver bajo estas líneas. Descartado el efecto óptico -por razones que saltan a la vista-, surgieron las sospechas sobre la posible manipulación de la imagen con algún programa de edición.
El fantasma del Photoshop volvía a rondar a la familia real española. Una vez más, y van muchas, otra táctica de comunicación mal ejecutada.
A las pocas horas de la controversia, el entorno del rey Juan Carlos -qué abstracto eso del entorno- se apresuró a difundir a través de la agencia Europa Press una nueva imagen, donde sí aparecían las piernas del joven deportista.
Y aunque el suflé de la polémica se vino abajo con tan poco, basta analizar la segunda fotografía para incrementar las dudas sobre el montaje. No es necesario ser un experto analista en comunicación no verbal para descubrir que la vertical del torso de Pablo, y también de su hermano Juan, no coinciden con sus respectivas extremidades inferiores. ¿Otro efecto óptico más?
Pues no lo sé. Lo que sí tengo claro, como poco, son tres cosas muy evidentes:
- La primera es que esto de la comunicación es algo mucho más serio y complejo de lo que parece, y debe dejarse siempre en manos de buenos profesionales.
- La segunda es que, por lo general, solo vemos aquello que queremos ver: faltaban unas piernas, nos las ponen a continuación y todos tan contentos.
- Y la tercera es que las polémicas en las redes son cada día más superfluas y efímeras.
En cualquier caso, confieso que cuando vi la foto inicial lo primero que eché de menos no fueron las piernas de Pablo, sino las sonrisas de su madre y sus hermanos.
Desde la perspectiva de la comunicación no verbal, donde primero repararon mis ojos fue en los ceños fruncidos por el malestar de Juan y Miguel. Luego vi las comisuras de sus labios deprimidas, me fijé en la sonrisa social y forzada del propio Pablo -el más mediático de los cuatro hermanos Urdangarín Borbón-, y reparé también en las melancolía dominante en las expresiones faciales de su hermana Irene y de su madre, la infanta Cristina. Una tristeza mimetizada también en el agotado rostro del rey Juan Carlos.
El único rastro de la alegría esperable en una familia que se reencuentra en vacaciones lo expresaban las caras y las actitudes corporales de la infanta Elena y de su hija Victoria Federica.
En definitiva, desconozco la intencionalidad última con la que se divulgó la fotografía, pero me ha venido a la memoria aquella célebre máxima popularizada en los inicios de la democracia española: El intento fue fallido y el impulso soberano.
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Esta vez…no comparto…no me sorprende la falta de sonrisas…es una familia muy especial y disimulan como pueden lo que viven, que no es la reunión de una familia sin problemas graves…por el contrario …es una familia en el escaparate forzoso por ser quienes son con gravísimos problemas.