El poder de la asertividad en la comunicación no verbal política
La casta es una de esas palabras que el hipnoterapéuta Milton Erickson habría descrito como ladinamente imprecisa. El término, rescatado en España por los líderes de Podemos, es una definición ingeniosamente vaga del poder establecido, y funciona precisamente por su simpleza. Desde el punto de vista semántico tiene una apariencia muy concreta, pero su significado es tan genérico que conecta de forma inmediata con el inconsciente de cualquier ciudadano, sin importar cuál sea su experiencia.
Además, el término casta despierta emociones colectivas ancladas en el profundo plano neurológico de las creencias comunes, a las que apela siempre el lenguaje de la persuasión política: todo el mundo puede estar en contra de la casta, porque nadie sabe con exactitud quiénes forman parte de ella y cada uno le atribuye su propia composición.
Sin embargo, el análisis de la comunicación no verbal puede aportarnos un enfoque distinto: la clave de la convulsión que vive nuestra sociedad no reside tanto en la casta como en la costra, esa dura capa de artificialidad que recubre la piel no solo de los dirigentes políticos, sino de la mayoría de los líderes públicos -incluidos los periodistas-, y que ha terminado por aislarnos de las emociones y creencias ajenas.
El caso es que, entre la agresividad de los radicales y la pasividad de los políticamente correctos, hay un enorme margen para el término medio y el sentido común, un espacio llamado asertividad, que nos permitiría comunicarnos de otra manera, sin necesidad de repetir a gritos un argumentario excluyente, o sin caer en la aburrida formalidad de quienes han hecho del buenismo un estilo de comunicación.
La actual hipersensibilidad de los ciudadanos ante la política demanda mucho más que argumentos y contenido. Una sociedad sana no resuelve sus conflictos a golpes, pero tampoco los ignora y deja correr el tiempo. Tenemos un problema de corrupción, es cierto -y no solo en el ámbito político-, pero sufrimos sobre todo un problema de corrosión, que afecta a nuestra manera extrema de comunicarnos, de entender y de hacernos entender.
Hemos excluido la honestidad y la transparencia emocional de la comunicación pública, y las consecuencias han sido demoledoras en la credibilidad del sistema. Una de las pocas herramientas eficaces en su regeneración es, precisamente, la asertividad, la capacidad de expresar nuestros planteamientos sin necesidad de destrozar los del adversario.
Desde que Andrew Salter la definiera en los años cincuenta como un rasgo más de nuestra personalidad, la asertividad ha sido estudiada y reformulada desde múltiples enfoques, pero todos coinciden en su eficacia y en que podemos desarrollarla con el debido entrenamiento.
Salir del actual atolladero político y social exige mucho esfuerzo colectivo, pero también requiere un cambio individual en la forma de compartir nuestra particular visión de la realidad. Mostrarnos asertivos no es tan difícil como podría parecer en un principio, todo es cuestión de tomar consciencia de nuestra conducta y gestionarla adecuadamente.
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Estupendo. Siempre aprendo!!!! GRACIAS!!!!!!!!!
Muchas gracias, Isabel.
Como habrás visto, hasta de los políticos se puede aprender…
Un saludo!!
Muy buen artículo.
Y buen tema para debatir. Estoy de acuerdo pero no creéis que la tendencia actual, en este país,en los políticos es la radicalizar su lenguaje verbal y no verbal?
Veo por ejemplo a P. Sánchez que antes era muy correcto, elevando ahora en demasiadas ocasiones su voz ,sin justificación, o mostrando un lenguaje no verbal mucho más agresivo.
En vuestra opinión:
– La gente relaciona, actualmente, asertividad con pasividad( de manera negativa) y por eso el cambio?
– O están los políticos cambiando intentando imitar el éxito reciente de Podemos?
Un saludo 🙂
Muchas gracias por tu interesante planteamiento, Santiago.
Como apuntamos en nuestro artículo, uno de los principales problemas de la comunicación política hoy en España es la radicalización de los discursos, y no nos referimos solo a la agresividad del lenguaje no verbal, sino también a la intransigencia de los contenidos. Todo se plantea desde una sola perspectiva, por lo general excluyente, lo que provoca el choque y genera el conflicto.
La pasividad está en el otro extremo del continuo asertivo, y resulta tan inútil como la agresividad.
Tienes razón al asegurar que algunos líderes están mostrándose cada vez más agresivos, pero sería muy osado por nuestra parte atribuir ese cambio a la confusión entre asertividad y pasividad (que también ocurre con frecuencia).
Lo que sí podemos apuntar, sin género de dudas y siempre desde la perspectiva del comportamiento no verbal, es que detrás de la agresividad de nuestros líderes se aprecia una emoción básica muy evidente: el miedo.
En cualquier caso, lo importante para que la comunicación política funcione es que el inconsciente del ciudadano no procese incongruencias o falta de sincronía entre el lenguaje verbal y el no verbal, algo que ahora mismo ocurre con demasiada frecuencia.
En cuanto al «éxito» de Podemos, daría para más de una tesis doctoral, pero el caso es que su comunicación es mucho más asertiva de lo que parece. De hecho, se puede ser asertivo y al mismo tiempo emplear un tono «mitinero» cuando el ambiente y la situación lo requieren. Y eso algunos de sus líderes lo tiene muy, pero que muy estudiado. (Te invito a repasar nuestro análisis sobre Iglesias, Errejón y Monedero).
Lo dicho, muchas gracias por tus aportaciones, y esperamos que el debate no acabe aquí.
(Enhorabuena por tu web).
Un cordial saludo!!