El poder de la asertividad en la comunicación no verbal política

La casta es una de esas palabras que el hipnoterapéuta Milton Erickson habría descrito como ladinamente imprecisa. El término, rescatado en España por los líderes de Podemos, es una definición ingeniosamente vaga del poder establecido, y funciona precisamente por su simpleza. Desde el punto de vista semántico tiene una apariencia muy concreta, pero su significado es tan genérico que conecta de forma inmediata con el inconsciente de cualquier ciudadano, sin importar cuál sea su experiencia.

Además, el término casta despierta emociones colectivas ancladas en el profundo plano neurológico de las creencias comunes, a las que apela siempre el lenguaje de la persuasión política: todo el mundo puede estar en contra de la casta, porque nadie sabe con exactitud quiénes forman parte de ella y cada uno le atribuye su propia composición.

Infografía: 5 claves del lenguaje no verbal asertivoSin embargo, el análisis de la comunicación no verbal puede aportarnos un enfoque distinto: la clave de la convulsión que vive nuestra sociedad no reside tanto en la casta como en la costra, esa dura capa de artificialidad que recubre la piel no solo de los dirigentes políticos, sino de la mayoría de los líderes públicos -incluidos los periodistas-, y que ha terminado por aislarnos de las emociones y creencias ajenas.

El caso es que, entre la agresividad de los radicales y la pasividad de los políticamente correctos, hay un enorme margen para el término medio y el sentido común, un espacio llamado asertividad, que nos permitiría comunicarnos de otra manera, sin necesidad de repetir a gritos un argumentario excluyente, o sin caer en la aburrida formalidad de quienes han hecho del buenismo un estilo de comunicación.

La actual hipersensibilidad de los ciudadanos ante la política demanda mucho más que argumentos y contenido. Una sociedad sana no resuelve sus conflictos a golpes, pero tampoco los ignora y deja correr el tiempo. Tenemos un problema de corrupción, es cierto -y no solo en el ámbito político-, pero sufrimos sobre todo un problema de corrosión, que afecta a nuestra manera extrema de comunicarnos, de entender y de hacernos entender.

Hemos excluido la honestidad y la transparencia emocional de la comunicación pública, y las consecuencias han sido demoledoras en la credibilidad del sistema. Una de las pocas herramientas eficaces en su regeneración es, precisamente, la asertividad, la capacidad de expresar nuestros planteamientos sin necesidad de destrozar los del adversario.

Desde que Andrew Salter la definiera en los años cincuenta como un rasgo más de nuestra personalidad, la asertividad ha sido estudiada y reformulada desde múltiples enfoques, pero todos coinciden en su eficacia y en que podemos desarrollarla con el debido entrenamiento.

Salir del actual atolladero político y social exige mucho esfuerzo colectivo, pero también requiere un cambio individual en la forma de compartir nuestra particular visión de la realidad. Mostrarnos asertivos no es tan difícil como podría parecer en un principio, todo es cuestión de tomar consciencia de nuestra conducta y gestionarla adecuadamente.

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Consultor de comunicación, experto en análisis y máster en Comportamiento No Verbal por la Universidad Camilo José Cela y la Fundación Universitaria Behavior & Law. Miembro de ACONVE y de la Asociación de la Prensa (FAPE-FIP). Fundador de analisisnoverbal.com.